Si has llegado aquí con la idea de ganar dinero con tu talento, te diré que te has quedado un poco ‘anticuado‘.
‘Anticuado‘ en el sentido original y ahora sabrás porqué.
El talento, en origen, fue una forma de medir la riqueza.
Eso de tener un don especial o ser un genio y figura es mucho más moderno…
Me explico.
Los griegos llamaban τάλαντον (tálanton) al platillo de la balanza donde pesaban los metales preciosos (básicamente plata y oro) para hacer negocios con la mercancía.
Con el tiempo, ese platillo se convirtió en diferentes monedas (talentos) que circularon en varias ciudades del mundo helénico (con un talento te podías comprar un chalet con vistas al mar, ojo).
Luego llegó a Roma, ya como moneda (talentum), hasta que en cierto momento del desarrollo del Imperio, adquirió el significado de tesoro.
En el Fuero de Avilés de 1155 aparece por primera vez como ‘voluntad o disposición de hacer algo‘ y en el siglo XVI ya se utiliza con el significado de ‘inteligencia‘.
En la actualidad, ser ‘talentoso‘ se asocia a ‘don especial‘ o ‘genio y figura hasta la sepultura‘.
Este cambio de sentido en nuestra lengua puede deberse, según Joan Corominas, a la parábola evangélica de los talentos donde se cuenta la historia de unos sirvientes que multiplicaron el dinero (talentos) que les había confiado su «jefe», a diferencia de otro, que enterró el dinero por miedo al patrón y no sacó ningún provecho de él (¡y lo castigaron quitándole todo lo que tenía!).